
El siguiente artículo es un extracto del
libro “La Represión del Deseo Materno y la génesis del estado de sumisión
Inconsciente” de Casilda Rodrigáñez , en el cual nos muestra como nuestra
cultura patriarcal se encarga de separar el flujo amoroso e instintivo entre
mamá y bebé, lo cual es el cimiento de una sociedad desconectada de lo
esencial, robotizada, sumisa y que mantiene el “statu quo”. Como lo plantea Casilda en su libro: la única forma en que una madre pueda más tarde entregar a sus hijos a las leyes y
exigencias del sistema, del estado y el capital es reprimiendo su
deseo materno a través de la separación de sus bebés mediante mentiras y
creencias erróneas que lo sustentan.
A
continuación 7 de estas grandes mentiras:
Primera Mentira: QUE
LA MUJER NECESITA ASISTENCIA MÉDICA PARA PARIR Y QUE POR ESO HAY QUE PARIR EN
UN HOSPITAL.
Segunda Mentira: QUE
EL CALOSTRO ES MALO Y QUE HAY QUE ESPERAR UNAS HORAS PARA PONER AL BEBÉ A MAMAR.
Tercera Mentira: QUE
LA MADRE TIENE QUE DESCANSAR DESPUÉS DEL PARTO, Y POR ESO NO PUEDE ESTAR CON LA
CRIATURA
Cuarta Mentira: EL
USO DEL CHUPETE ES UNA COSA NORMAL.
Quinta Mentira: ES
NORMAL QUE LOS NIÑOS LLOREN
Sexta Mentira: QUE
LOS BEBÉS NO SE ENTERAN NI SE DAN CUENTA DE NADA, PORQUE NO SON INTELIGENTES,
NO SABEN HABLAR.
Septima Mentira: QUE
SI NO SE SEPARA A LAS CRIATURAS DE SUS MADRES, ESTAS SE ENMADRAN DEMASIADO Y SE
VUELVEN ENCLENQUES, RAQUÍTICAS O PSICÓTICAMENTE DEPENDIENTES.
1. 1. QUE LA MUJER NECESITA ASISTENCIA MÉDICA PARA
PARIR Y QUE POR ESO HAY QUE PARIR EN UN HOSPITAL: PRIMERA MENTIRA
Desde el
momento en que se entera que está embarazada, la mujer se pone en manos de los
médicos. Esto forma ya parte de una norma cultural incuestionable en Occidente,
de la que sólo escapan escasísimas minorías. Y, desde luego, el parto ha de
tener lugar en un centro hospitalario: el miedo y la ignorancia han tomado
cuerpo dentro del cuerpo de la mujer que desconoce sus funciones sexuales. Un
miedo que es dificilísimo de neutralizar, a pesar de los datos y
argumentaciones que se pueden alegar. Entre ellos, la aplastante evidencia ya
mencionada de lo que sucede en Holanda.
La mujer ha
perdido tanto la conciencia de su propio cuerpo y de sus funciones sexuales,
como la experiencia y el conocimiento que antes se transmitía de madres a
hijas, de unas generaciones a otras; se ha destruido el tejido social (el apoyo
mutuo) que incluía la posibilidad de recibir en la intimidad la ayuda necesaria en el parto: las madres, las
hermanas y las abuelas de las actuales mujeres han parido ya en hospitales, con
anestesia, con goteo, con cesáreas, y han perdido ese conocimiento. No sólo hay
miedo a eventuales complicaciones, hay miedo también al dolor, el cual se
acrecienta en proporción directa al grado de robotización del parto.
Entonces la
mujer renuncia definitivamente al deseo y a la conciencia y reclama la
anestesia. Se invierte el continuum humano. La destrucción de las relaciones
humanas basadas en el apoyo mutuo lleva a la paradoja de parir y nacer entre
desconocidos.
El pez se
muerde la cola: cuantas más generaciones de maternidades hospitalarias, más
distanciamiento de la maternidad entrañable y de las propias funciones
sexuales, más rigidez, más dolor,más miedo, más peligro, más riesgo de
complicaciones. Como decíamos en la primera parte, el resultado de la represión
y de la
ignorancia se
convierte en realidad, en una situación fáctica que se convierte en la
justificación de la continuidad de la situación creada.
En el
apartado anterior sobre el parto hemos visto las consecuencias del parto
'asistido' por la medicina. Sólo vamos a referirnos al tema de las cesáreas
porque es una práctica en ascenso hoy en día, que, efectivamente, convierte el
parto en intervención quirúrgica, y que además se mixtifica con el argumento de
que así
las criaturas no sufren nada.
Sin
embargo: las criaturas nacidas por cesárea sufren un traumatismo específico:
quedan privadas de la sensación física de participar en su nacimiento y de
vivirlo como un éxito en su actividadpersonal. Llegan al mundo cruelmente: se
tira de ellos, se les 'saca a la vida', se les 'reanima' tan rápidamente como
es posible, se les pinza, se les pega -toda clase de traumatismos que les son
aplicados en grados diversos-... Como... el cordón umbilical se corta
inmediatamente, la criatura tendrá inevitablemente una tendencia a sentirse
inconscientemente amenazada de ahogo y deasfixia. Para la mayoría de los seres
humanos nacidos por cesárea, el ser humano será un 'monstruo terrorífico'. No
han conocido a su llegada al mundo la alegría de recostarse sobre su madre y
ser reconfortados por sus caricias, con lo que ello implica para la renovación
de los lazos mutuos. La criatura, rápidamente separada de la madre, tendrá la
huella de la siguiente secuencia de sentimientos que marcarán su existencia: placer ---> alegría
---> excitación ---> cólera ---> tortura ---> tormento --->
desastre (5).
Para la
medicina, sin embargo, que trata el parto como un carnicero trata el cuerpo de
la vaca que sale del matadero -porque ni siquiera respeta, como hacen los
veterinarios con los animales vivos, la fisiología del acontecimiento-, la
cesárea es únicamente un trauma operatorio para la madre, que ahorra
sufrimientos, de
otro modo
inevitables, al bebé. Además es mucho más rápida que el parto, apenas media
hora de quirófano. Así se explica que tengamos ya un 25 % de partos con cesárea
(1 de cada 4) cuando, de esta cifra, se podrían justificar como mucho y debido
a las condiciones actuales de rigidez uterina, 5 ó 7 de cada 100, que es más o
menos la
cifra de cesáreas que se producen en Holanda.
Incluso el ex
Director de Salud Materno-Infantil de la OMS, Marsden Wagner, declaraba en una
entrevista (6) que en el mundo se practicaban el doble de cesáreas
de las necesarias. Recordaba que en 1985, la OMS redactó un documento al
respecto que se puso en práctica en los hospitales de Escandinavia, Suiza y
Alemania, pero no así en los de España. Entre otras cosas, en dicho documento
se recomendaba evitar
la posición dorsal ... la mujer está tumbada durante el alumbramiento, lo que
no es bueno, ya que está científicamente comprobado que al bebé le llega menos
oxígeno y menos sangre y que el trayecto que tiene que recorrer es más largo. Wagner añadía: la desaparición de las matronas en España hace 5 ó 6
años fue catastrófica... En Escandinavia y Japón las matronas asisten más del
70 % de los partos y el médico sólo interviene en caso de algún problema. El disparate de lo que la medicina ha llegado a
hacer con el parto es de tal calibre, que ahora deben suavizar un poco sus
disciplinas para no perder su talante 'científico' y seguir manteniendo su
credibilidad.
La creencia
en la necesidad de recibir atención médica durante el embarazo y en el parto es
una gran mentira, que se apoya -y al mismo tiempo los reproduce- en el miedo y
en la actual rigidez uterina. Mientras esta mentira siga vigente se mantendrá a
la mujer desconectada de sus funciones sexuales.
2. 2. QUE EL CALOSTRO ES MALO Y QUE HAY QUE ESPERAR
UNAS HORAS PARA PONER AL BEBÉ A MAMAR: SEGUNDA MENTIRA
La gran mayoría
de las civilizaciones que la historia y la antropología han podido estudiar han
introducido artificios para hacer imposible o limitar el consumo del calostro.
(...) En la mayoría delas culturas africanas el calostro era asimilado al pus o
a un venenoy por lo tanto debía ser evitado. Esto ha sido relatado con
precisión a propósito de los africanos de Sierra Leona y de Lesoto...También en
Bemba, Zambia, es costumbre dar grumos de cereales al recién nacido... En el
conjunto del continente asiático ha habido un consenso para considerar nocivo
el calostro. Ya dos siglosantes de J.C., en India, la medicina ayurvédica recomendaba
la miel y la mantequilla clarificada durante los cuatro primeros días, mientras
el calostro se exprimía y se retiraba. En Afganistán... era reemplazado por
hierbas amargas y granos de hisopo. En Japón se daba un elixir llamado Jumi...
que variaba según la casta... En la moderna Corea... el comienzo de la
lactancia materna comienza al cuarto día... después de tres días de biberones.
Ni los médicos ni las madres ponen en entredicho esta práctica que va a la par con
la separación de las madres y los bebés durante su estancia en el hospital...
En todos los lugares de partos que he visitado en China en 1977, se negaba el
pecho al recién nacido hasta la edad de tres días... Las actitudes negativas
frente al calostro no han perdonado al continente americano... Los sioux
perturbaban ostensiblemente el principio de la relación madre-bebé y el
consumodel calostro era incompatible con sus rituales (...) Igualmente las
sociedades occidentales... En el siglo VI antes de J.C. Procopio relató las
costumbres de los pueblos nómadas del Norte de Suecia. El recién nacido era
colgado de un árbol envuelto en pieles y alimentado con tuétano. En época de la
Biblia se extraía y tiraba el calostro y el niño era purgado con miel para
limpiar el intestino... Los médicos griegos, los romanos y después los médicos
de Europa
occidental han compartido las mismas creencias. En el siglo II después de J.C.
Seranus enseñaba que las madres debían esperar tres semanas antes de dar el
pecho. En la Edad Media el agua de rosas era una de las purgas utilizadas... En
Bretaña el bebé no debía ser puesto al pecho antes del bautizo... si el bebé
tomaba leche antes de la ceremonia, el diablo podía penetrar en su cuerpo junto
con la leche. En la Inglaterra de los Tudor y de los Estuardo... no podía dar
el pecho antes de una ceremonia religiosa de purificación y de acción de
gracias, llamada churching...
(7)
El cuento de que
el calostro es malo para los bebés ha sido ya derribado por la misma ciencia
médica que ha tenido que reconocer que el calostro contiene toda una serie de
sustancias importantísimas para la vida humana durante sus primeras cuarenta y
ocho horas fuera del útero materno (8).
El bebé cuando
nace no tiene un sistema inmunológico autónomo: mientras vivía dentro del útero
materno, el bebé participaba del sistema inmunológico de la madre; recibía
todos los anticuerpos que ésta había generado a lo largo de su vida en el mundo
exterior.
El sistema inmune
de los bebés después del nacimiento tarda un tiempo en constituirse y en crear
las defensas adecuadas al medio normal de los adultos. La autonomía no está
prevista todavía; lo previsto ontogenéticamente es la simbiosis con la madre; por
eso, en los primeros momentos después del nacimiento, la supervivencia ante el
medio se asegura a través del calostro de la madre, que contiene proporciones
altísimas de inmunoglobulinas.
Luego la leche
materna también las tendrá, pero en proporciones ya más bajas. La transición
está prevista de tal manera que la criatura recién nacida, recostada sobre el cuerpo
de la madre, si nadie se lo impide, más o menos entre veinte minutos y una hora
después de nacer, buscará los pezones y empezará a succionarlos, sin que nadie
le 'enseñe'. ¡¡Sería tan fácil, en lugar de tanta histeria con la asepsia, y
tanto meter a las criaturas en cubículos esterilizados, el dejarlas succionar
el calostro materno! ¡¡Y sería tanto más placentero y tranquilizador para
ellas!! (9)
Lo mismo que,
mientras no tenemos dientes, la supervivencia se asegura succionando la leche
materna -o los sucedáneos del progreso técnico-patriarcal-, mientras que no
tenemos defensas, y sobre todo inmediatamente después del nacimiento en que
nuestro
sistema inmune
apenas ha empezado a enfrentarse al medio bacteriano exterior, la supervivencia
se asegura con las sustancias del calostro materno -o los sucedáneos de la fría
asepsia hospitalaria-.
La vida humana es
una continuidad de procesos y su reproducción se asegura por el principio del
placer... o por los sucedáneos técnico-plastificados inventados por el hombre
para controlarla y someterla a los intereses patriarcales, que son lo que hoy
constituyen el consabido principio de realidad ya indefectiblemente
opuesto al principio del placer. La cuestión estriba en que la realidad
que se organiza es un diseño artificial que está arrancando las raíces
mismas de la vida, el principio inmanente de la vida, de manera tal que en
lugar de ser impulsada por los deseos, es sumergida en un mar de carencias,
donde se manipulan y dirigen todos sus movimientos, llegando en los tiempos
actuales, gracias al desarrollo de la tecnología, a unos grados de robotización
en otros tiempos increíbles.
El principio del
placer es meramente el respeto a la vida; el principio de la realidad es su
robotización. Hoy, en la sociedad occidental, el parto hospitalario, las
cesáreas, el chupete de plástico, la cuna y la leche artificial están ya
generalizadas; cuando lo estén la fecundación in vitro, la técnicas de
desarrollo fetal en laboratorio y la ingeniería genética, es decir, cuando ya
ni el coito ni la gestación en el útero materno sean necesarias para la
reproducción... ¿a dónde podremos volver la mirada para encontrar algún hálito
de vida humana? No es la técnica al servicio de la vida humana, sino la robotización
de los seres humanos por medio de la técnica al servicio de la reproducción de
los patrimonios y de los capitales.
Volviendo al por
qué se ha dicho que el calostro es malo para los seres humanos recién nacidos,
hay que decir que se trata de asegurar que la madre esté separada de la
criatura durante los minutos y las horas que siguen al alumbramiento, es decir,
hay que evitar que se produzca la impronta, el acoplamiento de los flujos
maternos y que se constituya la pareja madre-criatura fuera del útero. Lo mismo
que se castran a los toros para convertirlos en bueyes sumisos, hay que
eliminar la impronta que produciría una vida humana demasiado exuberante, con
demasiada energía para poderla domesticar.
La impronta ha
sido básica para la supervivencia de la especie humana y de todas las especies
de mamíferos, pues si la madre después de parir es indiferente a las crías,
estás mueren de frío, hambre y soledad. Por eso el principio del placer está
también asociado
a la maternidad,
para asegurar que se produzca esa atracción mutua que garantiza la reproducción
de la vida; y por eso, las mujeres inmediatamente después del parto entramos en
un nuevo estado emocional fortísimo, conmovidas por una enorme excitación; es el
deseo de sentir la criatura apegada al cuerpo que deviene pasión.
Para unos, la
producción hormonal es un factor responsable y para otros u otras un factor
secundario o asociado, o una mera señal periférica. Lo cierto es que los seres
humanos, en lo que a nuestra condición de mamíferos se refiere, no estamos
exentos de ese peligro que supone la separación inmediata de la madre después
del parto, y que se traduce en un distanciamiento o indiferencia emocional de
la madre hacia las criaturas, o cuando menos, una gran fisura en la expansión
del deseo materno, para una posterior recuperación y puesta a punto de una
relación materno-filial según la ley. El esquema del proceso de la madre sería
más o menos:
deseo --->
separación ---> frustración ---> depresión postparto ---> sublimación
---> 'amor' materno-filial edípico ---> Poder.
Si se sabe que la
madre, si no se le aparta a la criatura recién parida, descubrirá la pasión del
deseo materno, del deseo de la criatura, y la acogerá en su cuerpo, esta vez
fuera y no dentro, contra su piel, y que al cabo de una hora sentirá la respuesta
del bebé que moverá la boca en busca del pezón; si se sabe también que la madre
después de esto no podrá nunca actuar contra la criatura, no podrá dejarla
llorar, o meterla sola en una cuna o dejarla en manos de una nodriza, o
supeditar en modo alguno su bienestar inmediato a un supuesto 'bien' futuro (el
definido por la ley y la moral edípica), porque se habrá producido en ella el
conocimiento de los deseos del bebé y el deseo de complacerlos, un deseo
arraigado en el vientre que no puede ser controlado ni sometido; entonces, si
todo esto es así, sabemos por qué ha sido una estrategia del patriarcado
prohibir la succión del calostro (entre otras muchas prohibiciones, como
estamos tratando de ver). Se trata de que las criaturas no se queden fijadas en
el vientre de la madre, sino en su cabeza o en todo caso en su corazón que, a
diferencia del vientre, son controlables desde el exterior. Se trata, en
definitiva, de que la madre pueda entregar, más tarde, a sus criaturas a las
exigencias del Estado y del Capital.
Prohibir el hecho
físico, el calostro, es de una eficacia total para asegurar la represión (el refoulement)
de la líbido materna; porque, al tiempo que se silencia lo que verdaderamente
se prohíbe para que no se sepa que existe -prohibir la líbido materna
directamente supondría mencionarla y dar(se) cuenta de que existe-, se
garantiza totalmente la ejecución de la prohibición. Porque, ¿qué otra manera
hay de eliminar el deseo carnal y al mismo tiempo posibilitar los cuidados
imprescindibles para la supervivencia? ¿Qué manera hay de fijar los límites
entre el amor libidinoso y la ternura
espiritual que, a
diferencia del primero, puede tolerar el sufrimiento presente de la criatura en
aras del supuesto bien ulterior del orden patriarcal? El mecanismo es de una
perfección tal que prueban años y siglos de elaboración artesanal: el principio
del placer
que hace girar la
rueda de la vida se ha cambiado por la prohibición y la orden. No se dice que
lo que no hay que hacer es chupar el pezón materno: no, a las mujeres del
Tercer Mundo a las que se las tiene que civilizar y cuya sexualidad debe ser
mejor educada, no se les dice directamente que es malo que sus bebés chupen sus
pezones; lo que se les dice es que su leche es menos buena que los potecitos
Nestlé (10). No se puede decir que es malo que la madre quiera a su bebé; pero
se puede decir que los flujos maternos son sucios y asquerosos, que el calostro
es malo, que la madre tiene que
pasar un periodo
de 'purificación' o, modernamente, que hace falta higiene, asepsia y descanso
para la recuperación.
3. 3. QUE LA MADRE TIENE QUE DESCANSAR DESPUÉS DEL
PARTO, Y POR ESO NO PUEDE ESTAR CON LA CRIATURA: TERCERA MENTIRA.
Las razones para
separar a las criaturas de la madre se actualizan. Ya no se dice que el parto
deja a la mujer en estado de 'impureza', sino cansada y enferma.
La necesidad del
descanso se propicia argumentando que la madre no está en condiciones físicas
para dar a la criatura todo lo que necesita, y se dispone que pase la mitad del
día -más o menos según los casos- en los famosos 'nidos' de las clínicas y
hospitales, al cuidado de una enfermera que le dará el biberón de la noche, y a
lo mejor el de por la mañana temprano, para que la madre descanse...
Y como cada vez el
parto es más una intervención quirúrgica y el post-parto, por tanto, un
post-operatorio del que la madre tiene que recuperarse, tenemos servida una
nueva razón para mantener a la madre 'descansando' y 'recuperándose', alejada
del bebé, ¡¡como si el estar juntos madre y bebé fuese incompatible con el
descanso!! ¡cómo si el descanso no consistiese en dejar que el bebé vacíe los
pechos que palpitan llenos de leche! Claro que es importante el descanso y la
recuperación de la madre, y por eso lo que hay que hacer es liberararla de
otras preocupaciones y de los trabajos domésticos para que pueda dedicarse a
descansar con su criatura.
Porque la madre
puede dar de mamar a la criatura en la cama, echada de lado, sin que ello le
produzca absolutamente ningún cansancio.
Lo que cansa son
la visitas, la luz intensa, el folklore que se organiza destruyendo la
intimidad de la pareja, y el esfuerzo que tiene que hacer la madre para
mantener el tipo y la educación yreprimir sus deseos y su líbido: eso es lo que
consume las energías y distrae a la mujer de sus propias sensaciones íntimas.
Una vez cortada la
impronta, cuanto más se distraiga a la mujer durante los primeros días después
del parto, cuanto más ajena esté la mujer a las pulsiones sexuales de su
cuerpo, cuanto más jaleo de visitas y de ritos sociales y más controles
médicos, más se podrá hablar del bienestar del bebé, de la bondad del
amamantamiento de manera aséptica, porque se sabe que lo que el bebé recibirá
no son los flujos maternos del deseo incontrolado, y que la madre tendrá cada
vez menos producción de leche. El engaño se ha ido haciendo más y más
sofisticado, más elaborado, porque se sabe que la madre va a dar de mamar sin
líbido materna, con la misma frialdad con la que una mujer se puede acostar con
un hombre sin deseo.
Por eso cada vez
es más frecuente que incluso mujeres que quieren dar de mamar a sus bebés se
queden sin leche a los dos o tres meses o incluso antes.
Este panorama nos
vuelve el pensamiento a los grupos ginecofocales descritos por Martha Moia en
la obra ya citada, que nos refiere a una forma de convivencia y a un tejido
social en armonía con el principio de la vida humana: 1) se explica que los
bebés se críen mejor si hay muchas mujeres lactantes a la vez; 2) se entiende que
las mujeres que han crecido juntas y compartido los amores primarios -la madre,
las tías, las hermanas- puedan ayudar al parto y luego a la recién parida en
una intimidad compatible con el acto sexual. 3) como todo esto no es ningún
secreto, y como los varones adultos han pasado por ello y su sexualidad se ha
ido diversificando sobre la base de una gran expansión del erotismo primario,
todos respetan la intimidad, los deseos y los sentimientos recíprocos de la
madre y de la criatura, y no se les pasa por la
imaginación la
noción o el sentimiento de estar siendo excluidos de algo.
4. 4. EL USO DEL CHUPETE ES UNA COSA NORMAL: CUARTA
MENTIRA.
Si una imagen
pudiese ilustrar el Crimen de la Madre y resumir el abandono y carencia que
sufren las criaturas -es decir, la tragedia de la humanidad- esa imagen sería
la de un chupete de plástico.
Si no tuviésemos
la deformación adulta y la costumbre de pensar de un modo adultocéntrico -y de
vivir de un modo adultocrático- en realidad el Secreto de la Humanidad no sería
tal secreto: la carencia sería una verdad tan abrumadora que no podríamos vivir
ni cinco minutos sin sentirnos desbordadas y desbordados por laabundante
cantidad de sus manifestaciones. Es un espectáculo grotesco, y a la vez cruel y
trágico, que todas las criaturas humanas se críen chupando un pezón artificial,
un trozo de plástico hinchado y sujeto a una arandela de color. Porque no es
una manía de una criatura aislada o de un grupo de criaturas. Es lo normal en
las criaturas separadas de sus madres, y nadie se asombra, exactamente por lo
mismo que nadie se asombra de que los partos sean dolorosos y tengan lugar en
los hospitales con asistencia médica. Para darnos sólo un poco de cuenta de lo
que esto significa podríamos probar los adultos a comprarnos muñecas hinchables
y consoladores de plástico y abstenernos de tener relaciones sexuales con
parejas de carne y hueso durante unos cuantos años para ver qué tal nos lo pasamos.
Quizá entonces podríamos empezar a ver el mundo con ojos de niño, como
propone Tonucci.
Claro que como,
según la lógica del pensamiento patriarcal, el erotismo primario es un
auto-erotismo, un puro narcisismo, ¿para qué queremos los pechos de la madre?
Se supone que el biberón y el chupete nos sirven igual que el cuerpo materno.
Aunque si fuese verdad lo del narcisismo primario, ¿para qué el chupete? ¿O
será que lo del narcisismo es la actitud erótica obligada al dejarnos solos y
solas sin madre? En cualquier caso, nadie se hace demasiadas preguntas sobre el
uso del chupete. Sirve para hacer callar a las criaturas y eso ya basta.
El chupete es solo
la punta del iceberg, de un iceberg que es la destrucción del amor maternal y
de la sexualidad infantil de la que venimos hablando. Es una pieza más de la
historia de la humanidad, de esta historia del crimen de la madre. (¡Ay, qué
lejos estamos de la Historia que nos enseñaron en la escuela con sus reyes, sus
batallas y sus reparticiones!)
En los comienzos
de la degradación social y de la robotización de la maternidad, las señoras
dejaron de criar a sus bebés y empezaron a entregarlos a nodrizas, a las sirvientas
o a las criadas, pues todavía no se habían inventado las leches artificiales y
el plástico.
En otras palabras,
antes de la era de la tecnología, la robotización había empezado por medio del
'amor' mercenario, como dice Michel Odent:
Las nodrizas y
las prostitutas de las sociedades monógamas tenían en común el ser mercenarias
que vendían sucedáneos de amor, ya se tratara de amor conyugal o de amor
maternal...(11)
Sobre las
nodrizas, Alice Miller, recogiendo los recientes 'descubrimientos’ sobre la
práctica del filicidio a lo largo de la historia humana, nos recuerda que uno
de cada dos bebés confiados a las nodrizas moría, y que por esta razón se las
llamaba en muchos lugares faiseuses d'anges (en castellano, hacedoras
de ángeles).
Del 'amor'
mercenario al plástico; de las nodrizas y criadas, al chupete, al biberón y a
la guardería, y de las prostitutas a las muñecas y consoladores de plástico. La
verdad es que los adultos hoy siguen utilizando la prostitución porque, al fin
y al cabo, más vale un ser humano de carne y hueso mercenario que un trozo de
plástico...
Quizá por eso, y
no por casualidad, muchos niños/as que han mamado durante un tiempo
insuficiente, rechazan el chupete y terminan chupándose el dedo. Los/as que
nunca han mamado, en cambio, aceptan el chupete desde un principio.
El chupete cubre
la robotización de la función materna, que consiste básicamente, como decían
los psicoanalistas, en separar la función materna de la madre, es decir que la función
de nutrición etc., se realice sin el deseo materno que pueda haber en la madre.
Por eso, incluso
cuando se preconiza la vuelta a la lactancia materna se hace bajo ciertos
preceptos y reglas -que pocas madres se atreven
a violar-, de tal manera que siguen siendo las normas y la ley la que mueven
a la madre y no el deseo; así se consigue que la madre no se deje llevar
por eventuales deseos o por compasión hacia la criatura que llora de hambre y
de soledad (12). Además de aconsejar habitaciones diferentes para la madre y la
criatura, se impone un orden y un férreo control de las tetadas que no será más
que el caos en la alimentación de los bebés: Para estudiar el modo de
alimentación que conviene mejor al bebé humano, algunos investigadores han
analizado la leche de un centenar de animales en relación con la frecuencia de
las tetadas. Cuanto más rica es la leche en materias grasas y en proteínas, mayor
es el intervalo de tiempo entre tetada y tetada... Según este estudio, la leche
de mujer estaría equilibrada para nutrir a un bebé si el intervalo es de
veinte minutos a dos horas. Esta investigación demuestra hasta qué punto
los pediatras se han equivocado cuando han decidido que los bebés amamantados
por la madre debían alimentarse cada cuatro horas (13).
La sarta de
mentiras de la medicina oficial proseguía enunciando la duración de la tetada:
diez minutos en cada pecho. Y ahora sabemos que la leche humana con la mayor
abundancia de proteínas y demás nutrientes se produce después de los primeros
veinte minutos de mamada (14).
5. 5. ES NORMAL QUE LOS NIÑOS LLOREN: QUINTA MENTIRA
Groddeck, en una
de sus cartas, y con toda esa ironía que le caracteriza, le dice a su
nterlocutora ficticia: Pero probablemente, lo que no sabe Ud.... es que los
niños lloran cuando se les hace unas cosas y dejan de llorar cuando se les hace
otras (15).
Es decir, que lo
normal no es que las criaturas lloren, sino que lloren cuando les ocurre unas
cosas y dejen de llorar cuando les ocurren otras.
Desde que Leboyer
y el equipo de parto sin violencia de Pithiviers, Francia (16),
demostraron que un bebé al nacer no solo no tiene por qué llorar sino que puede
sonreir, nadie puede sostener el tópico de que es normal que los
niños lloren, ni permanecer impasible ante el llanto de una criatura.
Aunque no exista el deseo, la sola compasión ante su llanto nos tendría que
impedir cumplir con nuestros deberes de madres patriarcales.
Al ignorar y
frustrar los deseos de las criaturas, producimos, digamos que inconscientemente,
la carencia, el estado de necesidad; pero las necesidades, que se van
haciendo acuciantes, hacen que los bebés lloren con angustia y desesperación
(17). En este punto, cabría preguntarse ¿cómo podemos no darnos cuenta de lo que
estamos haciendo? ¿Cómo es posible que la evidencia no llegue a la conciencia?
¿Cómo es posible que podamos no reconocer el significado del llanto de los
pequeños seres humanos desde sus cunas? La respuesta es que estamos específicamente
insensibilizadas y preparadas para oír ese llanto sin inmutarnos
emocionalmente; y esa insensibilización emocional especial requiere, además de
no cuestionar lo que hicieron con nosotras nuestras madres y no sentir nuestra
falta básica, una mentira muy importante a nivel consciente: lo de que es
normal que las criaturas lloren y que, a veces, es hasta conveniente. De otro
modo nos resultaría imposible permanecer impasibles ante el llanto de los
bebés.
Insensibilizadas,
sin reconocer nuestro propio abandono, desconectadas de nuestras propias
pulsiones, las madres en lugar de seguir el impulso del deseo, nos constituimos
en autoridad que decide lo que el bebé va a recibir y lo que va a
llorar. Hemos logrado
esa frialdad y ese
distanciamiento emocional que nos permite salirnos del campo de atracción de
los flujos maternos para actuar según los dictados de una racionalidad que
recoge las normas establecidas -las razones médicas o de la tradición
familiar-, abandonando a la criatura en ese campo de atracción que enseguida,
con la desaparición del deseo materno, se convertirá en un campo yermo. Nuestro
Poder está hecho del sufrimiento de las criaturas.
Es normal que los bebés lloren porque es
normal que las madres - y los padres- ejerzan el Poder sobre ellos.
Antes de las
prohibiciones todo estaba preparado para colmar los deseos de cada vida que
nacía: pues la propia criatura estimula e induce la producción del deseo
maternal. Cuando nacemos, todo el Paraíso se encuentra en el cuerpo materno:
calor corporal, caricias, aliento, olor, sonidos, manos, besos, lametazos,
alimento, pezones, regazo, lo que tan sólo todavía es objeto de nuestros deseos,
y que luego ha de convertirse en un rosario de carencias y necesidades. Entonces
desconocemos la necesidad, y así creceríamos sin conocerla, sí, claro está, ese
cuerpo materno formase parte de un tejido social basado en el apoyo mutuo. Pero
si por accidente casual algo nos faltase, quedaría el recurso del llanto para
avisar de que algo anómalo estaba ocurriendo.
Por eso el
comportamiento adulto es doblemente cruel: primero provocar la carencia y luego
hacer oídos sordos al llanto, al único medio de aviso de los bebés.
El llanto de la
criatura recién nacida no se parece al llanto adulto: es un llanto que habla,
que comunica un dolor y una desesperación angustiosa y al mismo tiempo, de
rabia y de sorpresa. No es el llanto de la resignación, del ser humano que ya
se ha aposentado en el Valle de Lágrimas. Es el llanto de la criatura que está
siendo expulsada del Paraíso.
¡Cuánta vida hay
todavía en ese llanto, cuánta producción de deseos que están siendo frustrados
en esos primeros días y semanas! La criatura no tiene noción del tiempo ni de
la esperanza. Cuando está sola y tiene hambre, la sensación de carencia no la puede
paliar pensando en que después vendrán, en que luego le daran de comer. El
sentimiento de abandono y la desesperación son casi absolutas.
Dejar llorar a un recién nacido es uno de los
comportamientos más viles y prepotentes de los adultos y adultas de este mundo; muestra el fortísimo endurecimiento
emocional, la enorme insensibilidad humana que tenemos para ignorar el
sufrimiento de la criatura; y muestra hasta qué punto podemos ser engañados. Es
un
momento culminante
de toda esta historia. El momento de la película en el que arrancan los acordes
más tenebrosos. Cuando las criaturas humanas solo deseamos amor y ternura de
los demás congéneres y estos te lo niegan y te abandonan a la soledad. Y cuando
protestas, reclamas, insistes llorando, te dejan llorar para que aprendas a
aceptar las leyes y la crueldad del mundo. Cada criatura humana tenemos muchas
horas lloradas. Como un piloto que necesita muchas horas de vuelo para aprender
a pilotar un avión, necesitamos muchos horas lloradas para aprender a vivir en
la sociedad patriarcal. Nos cuesta mucho aceptar el abandono y la rigidez de
las formas, resignarnos a la frialdad adulta. En ese mar de lágrimas que se
podría recoger a lo largo de la crianza de cada criatura están metabolizados
los deseos y el amor primario de cada vida humana, de esa vida deseante que se
frustra para hacerla entrar en el orden, en la ley de la familia, en el
triángulo edípico.
Dice Odent (18)
que La cólera es una reacción sana minimizadora de los efectos nefastos de
una situación de sumisión.
La cólera no es
una producción primaria de la criatura. Lo que le es innato y le es propio, es
la capacidad de luchar contra lo que le es nocivo; la capacidad de
encolerizarse y de reaccionar ante el daño que le hacen. La cólera, como el
llanto, es una reacción de defensa por el daño que la sociedad patriarcal
produce a la criatura; no son instintos tanáticos de matar al padre, ni
tendencias destructivas dispuestas a dispararse en cualquier momento: son
instintos de defensa de nuestros deseos de vivir, y la más sana resistencia a
la autoridad de los padres. Lo que pasa es que nos lo cuentan al revés: que la
represión de la sociedad adulta sobre las criaturas es la autodefensa de la
comunidad frente a la maldad innata. Toda la cultura es una sucesión de
justificaciones de la represión de las criaturas, todos los discursos
religiosos, filosóficos, científicos, etc., en sus niveles más superficiales
(la ley civil) como en los más sagrados que apuntan a la formación del
inconsciente (mitos, tabúes y religión); desde el pecado original al complejo
de Edipo y las carencias innatas inventadas por el psicoanálisis o la
destructividad depredadora innata inventada por la etología; todos tienen en común
el dar la vuelta al asunto: la represión adulta es la autode-fensa de una
sociedad civilizada frente a una realidad biológica, un tanto salvaje (Pellicer
(19)), frente a los perversos polimorfos como, finalmente, calificaría
Freud a las criaturas humanas.
Por eso, ante
todo, hay que ocultar todas las huellas y vestigios de que la carencia, la
agresividad y la necesidad nunca fueron primeras, y que son los contraefectos
de la represión. Y el llanto del bebé es uno de esos vestigios que
encontramos en todos los orígenes de la vida humana, de la condición
humana; una de las pruebas de la frustración del amor primario: el llanto es la
queja, el dolor de la herida. Por ello, la creencia de que es normal y que no tiene
importancia que las criaturas lloren es además un velo para ocultar los
orígenes.
Y los niños y las
niñas lloran mucho porque se tarda mucho en aprender a resignarse; horas, días,
semanas, meses, años. ¡Cuántas lágrimas para hacernos capaces de vivir en este
mundo!. Es tan frecuente el llanto en la infancia en nuestro mundo que,
efectivamente, resulta verdad que es normal que los niños lloren, pues
ya forma parte de la realidad. Como dicen Deleuze y Guattari, es la conciencia
verdadera de un movimiento falso: una vez más el resultado de la
represión se presenta como condición pre-existente que la justifica: entonces
ya no hay más que dejar que los políticos
y los hombres de
negocios den vivas al pragmatismo.
6. 6. QUE LOS BEBÉS NO SE ENTERAN NI SE DAN CUENTA
DE NADA, PORQUE NO SON INTELIGENTES, NO SABEN HABLAR: SEXTA MENTIRA
¿Acaso pertence
Ud. también a esa rara especie de personas que opinan que los niños, antes de
nacer, carecen de sentimientos? -
pregunta Groddeck- (20); y luego más adelante dice sobre los que tratan a los
bebés como objetos insensibles: Parecen no tener ni rastro de sentimiento
por oprimir sin misericordia a una criatura delicada e indefensa (...) Es más
tienen hasta el empaque de decir que el niño ni sufre ni se entera (...) Y
cuando sale al mundo, sin aliento, la comadrona le azota en el culo hasta que,
como prueba de que siente y le duele, llora (21).
A veces se le hace
cualquier cosa con un bebé porque se piensa que no se da cuenta de nada, porque
no tiene memoria ni inteligencia. Esta creencia se debe a la educación
escolástica (que en lo esencial no ha sido modificada por la Ilustración) que
hemos recibido, estructurada en la escisión soma-psique. Todos los
conocimientos que adquirimos los registramos descompuestos, como las matemáticas
descompenen una parábola en X y en Y, pero la parábola sigue siendo una
parábola por mucho que la conviertan en una función polinómica. Sabemos que los
bebés que tienen carencias afectivas fuertes y que han tenido grados de
abandono importantes, tienen dificultades no solo psicomotrices sino también de
lenguaje.
El sistema
nervioso crece como todo el organismo humano movido por las pulsiones de los
deseos; y aunque la vitalidad humana es fortísima y su capacidad de
supervivencia incalculable, no es ilimitada, y cuando la represión de la
producción de los deseos se pasa de un cierto límite, el sistema nervioso, las
conexiones neuronales y neuromusculares quedan lesionadas (22)
Desde el
comienzo de una vida, la angustia permanece intacta, pesada. Lo clava a uno en
su lugar. Yo que lo sé por haberla encontrado con frecuencia a mi alrededor y,
en primer lugar en mí, me sorprendo siempre al verla aparecer detrás de las
máscaras...
Acabo de ver la
película [de la propia
vida}, pero el peligro no estaba al final, estaba al comienzo (23).
Esto contradice
que el principio de la vida humana sea el lenguaje y permite ver que la vida
humana es algo mucho más complejo y que las emociones y los sentimientos ya nos
hacen ser lo que somos antes de empezar a hablar y a razonar, que hay una razón
o un sentido que no pasa por el lenguaje, que es la razón del deseo.
Con ello queremos
decir que los bebés sí se dan cuenta de lo que se les hace, de la
relación humana que se establece con ellos; podemos decir que se dan mucha más
cuenta que los humanos adultos que estamos ya psíquicamente tan reducidos y
acorazados, tan escondidos detrás de las máscaras, que somos insensibles a los deseos
y a los alientos humanos; y, para remate, tan engañados en lo consciente, que
tenemos cerradas las puertas de muchas de las más importantes formas de
percepción. Pero como decía Groddeck el hombre recién nacido siente... siente
incluso tanto y más que una persona mayor (24).
El que los/as
adultos/as constituidos en sociedad patriarcal hayamos perdido la capacidad de
consentir, de sentir con los bebés; el que esta sociedad sea una
sociedad distante y alejada de las criaturas recién nacidas sin ninguna cultura
ni sabiduría ni pautas de comportamiento para la comunicación afectiva con los
humanos recién nacidos y criaturas pequeñas, puesto que ha prohibido la sexualidad
primaria humana, sólo quiere decir que es una sociedad con intereses (la
realización de los patrimonios) contrarios a la vida humana y que requiere su
sacrificio y su explotación; no quiere decir que esas criaturas sean tontas de
nacimiento e insensibles.
Milenios de
civilización basada en la creencia, estratégicamente inducida, de que nacemos
'malos', 'egoístas' y 'tontos', sin ningún tipo de sabiduría, nos han
distanciado de las criaturas recién nacidas, de los seres deseantes que salen a
la luz del mundo.
Lo que esto sí nos
explica es por qué nuestra conciencia se forma sin el recuerdo de lo que nos
pasó en los tres primeros años de vida.
Es curioso que, en
cambio, la psiquiatría sí reconoce este fenómeno de los agujeros de la
conciencia en los casos de los supervivientes de accidentes mortales. Es
conocido por esta ciencia que en estas personas se produce un agujero en su
conciencia: no recuerdan
nada de lo que
ocurrió desde unos segundos o minutos antes del accidente hasta unos minutos
después (recuerdo que iba conduciendo oyendo a los Doors, y luego que me metían
en la ambulancia...).
Este es un
mecanismo de autodefensa del ser humano para sobrevivir, pues no puede
somatizar el pánico que produce la cercanía de la muerte; entonces el pánico es
refoulado por la conciencia.
Lo mismo que
hacemos las criaturas humanas cuando nos niegan el cuerpo materno, y, luego,
cuando los objetos de la sublimación de nuestra herida, nuestros padres, nos
continúan abandonando y decepcionando día tras día de nuestra infancia.
Este refoulement
de la frustración del amor primario no sólo impide que recordemos la
herida, sino que nos coloca en un mundo distante de las criaturas, y nos hace
insensibles a sus deseos, incapaces de comunicarnos y de conectar con su
aliento vital. Los ignorantes no son los bebés. Los ignorantes somos las
adultas y los adultos que ignoramos absolutamente todo lo que se relaciona con la
líbido primaria y con las criaturas deseantes: tenemos almacenado en nuestro
inconsciente todo nuestro saber y nuestra experiencia vital sobre la cuestión.
Fue un mecanismo de supervivencia, pero como dice Alice Miller, el o la adulta,
en un proceso no demasiado rápido, podría ser capaz de recuperar la conciencia
del amor primario reprimido y su sensibilidad hacia las criaturas humanas.
Porque no es sólo
un amor, o una líbido, o un deseo 'primero'. Es el amor, la líbido y el deseo
primero y primario; es decir, es lo que subyace por debajo de toda la
economía libidinal y lo que hace decir a Balint que todo anhelo erótico es una
anhelo de volver a la armonía erótica inicial. Por eso es una falacia y una
prepotencia adulta creerse y justificar la autoridad de los padres sobre las
criaturas porque las segundas no saben porque los padres son los que saben.
Los padres
aventajan a la criatura en el conocimiento de las leyes patriarcales y del
orden que rige la sociedad patriarcal, por supuesto.
Pero, en cambio, las criaturas saben todavía
lo que los padres han olvidado por completo: el amor, la líbido y los deseos
primarios.
Sus pequeños
cuerpecitos son un tesoro de conocimientos humanos que los padres desconocen.
Por eso, a veces sucede, si un rayito de deseo y de luz se filtra a través de
las corazas de los cuerpos y de las conciencias adultas, que se nos abre una
brecha por la que podemos volver a aprender de las criaturas esos amores
primarios.
Se ha destruido la
relación erótica intensa que impulsa las funciones maternas para echar a andar
en los primeros momentos de la vida, y la hemos sustituido por unas operaciones
técnico-sanitarias; es decir, hemos reducido la función materna a los aspectos
de protección, higiene y alimentación que tiene dicha función, pero eliminando
la líbido que la impulsa. Lo que se entiende por 'función materna' hoy en
día es lo que queda de esa función después de quitarle el deseo. Entonces
'función materna' es, efectivamente, toda una lista de medidas
técnico-sanitarias de las que la criatura no 'sabe' nada.
Lo que no se dice
y no sabemos, o hacemos como si no lo supiéramos, es que la producción deseante
si no se reprimiese, realizaría de por sí todas las medidas de protección,
higiene y alimentación propias de la vida humana (no los inventos artificiales
para realizar las plusvalías de la industria del consumo y la publicidad).
Es decir, la
criatura deseante sabe lo que quiere mejor que la madre cuya líbido
materna fue secada en la mesa del paritorio o antes.
Por eso hay que
dar por supuesto que la criatura es un ser tonto que no entiende ni percibe
nada: para cambiar el deseo por la lista de medidas artificiales sustitutivas.
Para que pueda ser tratado como un trozo de estómago ulceroso o un apéndice
infectado que
se retira con
guantes de goma y bajo los focos de un quirófano. Si el deseo de la madre puede
alcanzar la sensibilidad del bebé es porque hay una reciprocidad libidinal en
la producción deseante de ambas. La madre -u otra mujer recién parida o que
haya sido
madre y que sea
capaz de sentir las pulsiones de la líbido sexual materna, o quizá los niños o
niñas que todavía tienen esa sensibilidad a flor de piel, o quizá, en un grupo
humano en el que no se hubiese destruido el apoyo mutuo, posiblemente cualquier
adulto o adulta del entorno inmediato- podría mediar entre la sociedad y la criatura
para expresar con palabras los deseos del ser que palpita junto a su cuerpo y
que ella percibe. Pero al cortarse el deseo materno, el recién nacido queda
desconectado del mundo, como un tonto que no sabe ni entiende.
Y bajo este
supuesto de que son los adultos quienes verdadera-mente conocen y saben de las
necesidades (¡en ningún caso se trata de los deseos!) del bebé, no sólo se
niega lo que no se reconoce como necesario sino que se destruye la sabiduría
instintiva con la
que nacemos:
cuándo y cuánto tenemos que comer, que dormir o que ayunar (25). La
flexibilidad de la que disponemos y la capacidad de autoregulación van
truncándose día a día, norma tras norma, de manera que finalmente, como dice
Eneko Landburu (26), médico higienista del colectivo Sumendi, hasta la salud
deja de estar en nuestras manos en la creencia general de que es cosa de
especialistas.
7. 7. QUE SI NO SE SEPARA A LAS CRIATURAS DE SUS
MADRES, ESTAS SE ENMADRAN DEMASIADO Y SE VUELVEN ENCLENQUES, RAQUÍTICAS O PSICÓTICAMENTE
DEPENDIENTES: SÉPTIMA MENTIRA
Siempre que esté
saciado el deseo de contacto con su madre, la criatura puede volcar sus deseos
hacia otros seres. Pero todo lo que sea sustituir a la madre impregnada del
deseo materno, bien sea con nodrizas o con chupetes o con lo que sea, será para
la criatura una
frustración. En
este sentido, la madre es imprescindible; lo que no quiere decir que sea exclusiva
o excluyente, porque el deseo mismo no es exclusivo ni excluyente. Ahora
bien, que el deseo no sea exclusivo no significa que se pueda provocar la
separación de
dos seres
acoplados, en los momentos de su pasión amorosa, apelando a la no-exclusividad.
Desde luego que un bebé puede sentirse bien en otros brazos que nos sean los de
su madre, pero cuando ha saciado sus deseos maternos. De otro modo es frustrar
el deseo y el amor, que no tiene nada que ver con la no-exclusividad. Los deseos
de las criaturas son indefinidos e ilimitados precisamente a condición de que
no se las bloquee, a condición de que se les permita su producción. Lo mismo
que cuando de adultos nos enamoramos, nos invade una alegría y un bienestar
general tan grande que
sentimos ganas de
abrazar y de besar a todos/as los/as que nos rodean.
Precisamente lo
que comprobamos en los grupos humanos en los que se respetan los deseos de la
pareja madre-criatura recién nacida, es que esas criaturas son mucho menos
exclusivas y excluyentes, mucho menos dependientes de sus padres, y, en
general, independientes y emocionalmente seguros mucho antes que los niños y niñas
occidentales, si es que llegamos alguna vez a serlo, pues lo que nos sucede más
bien es que la frustración primera produce una inseguridad neurótica que
prevalece de por vida y que se trata de compensar con la posesión.
Es decir, que no
es el deseo saciado lo que hace que la criatura se aferre psicóticamente a la
madre, sino el deseo frustrado, la falta del amor materno lo que le hace seguir
buscando ansiosamente ese amor materno y lo que le hace dependiente de la
madre.
La relación
desinhibida madre-recién nacido no encierra los deseos de la criatura, sino
que, por el contrario, permite su expansión erótica ulterior.
EXTRACTO DE “La Represión del Deseo Materno y la génesis del estado de sumisión Inconsciente” de Casilda Rodrigáñez
excelente articulo! son cosas que uno sabe por intuicion cuando es mamá, pero que duda por todo lo que te dice la sociedad. en este texto me queda claro el porque
ResponderEliminarQue genial esta autora, me rompe la cabeza, pero para despertar. pone en palabras bien fundamentadas lo que intuimos por esencia
ResponderEliminarCONTUNDENTE!!! VERAZ, REMOVEDOR DESDE DENTRO
ResponderEliminarExcelente post! pero...necesito ayuda!...como logro quitarle el chupete?
ResponderEliminarO que ignorancia, es decir verdades entrelazadas con mentiras para un público que no sabe cual es su mano derecha ni su izquierda... increíble
ResponderEliminaramé tu post, amé tu blog! son mitos viralizados, y madres suceptibles al virus que no ven a sus bebés como pequeños seres humanos en potencia, por lo tanto no los tratan con el debido respeto, amor y empatía que merecen
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