Las ciencias biológicas de los años 90 nos enseñan que es la primera
hora que sigue al nacimiento la que conforma todo un período crítico en
nuestro desarrollo de la capacidad de amar.
Cuando acudimos a la biografía de grandes figuras de la humanidad
que comúnmente asociamos con el amor, como pueden ser Venus, Buda y
Jesús, se nos presenta la manera en que tuvo lugar su nacimiento como
una fase muy importante, como un momento crítico en el desarrollo de sus
historias vitales. Por contra, la biografía de personajes famosos,
políticos, escritores, artistas, científicos, gente del mundo de los
negocios y sacerdotes suele comenzar describiendo detalles de la
infancia y educación. ¿Podría indicar esta notable diferencia entre
ellos que el nacimiento es un momento crucial en el desarrollo de
nuestra capacidad de amar?
Las ciencias biológicas de los años 90 nos enseñan que es la primera
hora que sigue al nacimiento la que conforma todo un período crítico en
nuestro desarrollo de la capacidad de amar. Durante el proceso del
nacimiento, segregamos una serie de hormonas que permanecen en los
sistemas corporales tanto de la madre como del bebé justo después del
nacimiento. Ambos, la madre y el bebé, se encuentran entonces en un
equilibrio hormonal cuya duración tiene una naturaleza vital corta y
que, además, no volverá a presentarse en el futuro. Si consideramos las
funciones de estas hormonas y el tiempo que tardan en ser eliminadas por
parte de nuestro organismo, entenderemos entonces que cada una de estas
diferentes hormonas cumple exclusivamente un papel igualmente
diferenciado en la interacción madre-bebé.
Son estas mismas hormonas las que funcionan en cualquiera de los
aspectos relacionados con lo que conocemos como amor. Datos recientes
que van aportando diferentes ramas de la literatura científica vienen a
presentar, en esta línea, una nueva visión de la sexualidad. Existe una
hormona del amor al igual que también contamos con un sistema de
recompensa que opera cada vez que, como animales sexuales que somos,
hacemos algo que es necesario para la supervivencia de la especie.
«La primera hora que sigue al nacimiento conforma todo un período crítico en nuestro desarrollo de la capacidad de amar»
La oxitocina se encuentra en medio de cualquier aspecto relacionado
con el amor. Primeramente es secretada por una primitiva estructura de
nuestro cerebro llamada hipotálamo; posteriormente pasa a la glándula
pituitaria posterior desde donde, bajo circunstancias específicas, es
liberada repentinamente en el torrente sanguíneo. Hasta hace bien poco,
venía sosteniéndose que la oxitocina era un tipo de hormona
característica del sexo femenino cuyo único papel consistía en estimular
las contracciones uterinas durante el trabajo de parto y el parto, así
como las contracciones del pecho durante la lactancia. Hoy se sabe que
la oxitocina es una hormona tanto femenina como masculina y que se
encuentra presente en diferentes aspectos de la vida sexual.
Función de la oxitocina en la excitación sexual
Hace muy poco que ha salido a la luz la función de la oxitocina
durante la excitación sexual y el orgasmo. Esto, tras innumerables
experimentos con oxitocina en ratas y otros animales de laboratorio. Por
ejemplo, cuando se inyecta la oxitócica a aves domésticas de corral y
palomas, la mayoría, un minuto después de la inyección, empieza a
moverse a ritmo de vals, a agarrarse unos a otros por las crestas y a
montarse. Hace ya décadas que viene utilizándose la oxitocina con
animales en cautividad con fines relacionales. Es ahora cuando contamos
con estudios científicos que muestran los niveles de oxitócica durante
el orgasmo en los humanos. El equipo [de investigación] de Mary
Carmichael de la Universidad de Stanford en California ha publicado un
estudio en el que se tomaron medidas de los niveles de oxitocina entre
hombres y mujeres durante la masturbación y orgasmo. Estas mediciones se
realizaron por medio de muestras de sangre recogidas continuamente a
través de un catéter fijo en vena (1). Los niveles obtenidos antes del
orgasmo, durante la estimulación, resultaron ser superiores entre las
mujeres que entre los hombres. Ciertamente, ya eran superiores durante
la segunda fase del ciclo menstrual en comparación con la primera fase.
También las mujeres presentaban niveles significativamente superiores
que los hombres durante el orgasmo; de la misma forma, las mujeres
multiorgásmicas obtenían un pico más elevado durante el segundo orgasmo.
En el orgasmo masculino, la oxitocina ayuda a inducir las contracciones
de la próstata y las bolsas seminales. El efecto inmediato que conlleva
la liberación de oxitocina durante el orgasmo femenino es el de inducir
el tipo de contracciones uterinas que ayudan a transportar el esperma
hacia el óvulo. Existen datos de estos hechos datados ya en 1961
aportados por dos médicos americanos y obtenidos durante una operación
ginecológica. Ocurrió cuando, antes de realizar la incisión abdominal,
fueron introducidas partículas de carbono en la vagina de la mujer,
cerca del cérvix, a la vez que le era administrada una inyección de
oxitocina. Luego, encontraron partículas de carbono en las trompas de
Falopio (2).
«La oxitocina es una hormona tanto femenina como masculina y se encuentra presente en diferentes aspectos de la vida sexual»
Margaret Mead, tal y como han hecho muchos antropólogos, se percató
de que, en muchas sociedades, el papel del orgasmo femenino había sido
totalmente ignorado, considerando que no cumplía función biológica
alguna (3). En el mismo estadio de desarrollo de las ciencias
biológicas, Wilhelm Reich fue incapaz de relatar cuál era exactamente el
papel del orgasmo femenino (4). Hoy en día, con los datos de los que
disponemos, podemos mostrar una visión completamente nueva del orgasmo
femenino.
La hormona del amor altruista
Sabemos que cierto nivel de oxitocina es necesario durante el proceso
del nacimiento, y los obstetras han venido siendo conscientes de ello
desde hace bastante tiempo. Sin embargo, no es hasta la actualidad
cuando nos interesamos por la cantidad de oxitocina que es liberada
justo después de que el bebé ha nacido. La importancia de este pico es
especialmente relevante cuando lo ligamos a nuestro reciente
conocimiento de que la oxitocina puede inducir a la conducta maternal.
Cuando la inyectamos en el cerebro de una rata virgen o una rata macho,
se vuelve maternal y comienza a cuidar a los cachorros. En el caso
opuesto, si inyectamos un antagonista de la oxitocina directamente en el
cerebro de las madres ratas justo después del parto, no prodigan una
gran atención a sus crías. Puede decirse que uno de los mayores picos de
secreción de la hormona del amor que acontece en la vida de una mujer
se da justamente tras el nacimiento, siempre y cuando éste transcurra
sin que medien hormonas de sustitución administradas a la madre durante
el parto. Parece que el feto también libera oxitocina, lo cual
contribuye al comienzo del trabajo de parto a la vez que puede
configurar la propia capacidad del bebé para liberar la hormona del
amor.
«La oxitocina está presente en la leche humana; es decir, el bebé que
es amamantado absorbe cierta cantidad de la hormona del amor a través
del tracto digestivo».
En este mismo sentido, estamos en estos momentos conociendo más
acerca del papel de la oxitocina en la lactancia. Se ha comprobado el
hecho de que cuando una madre oye una señal de su bebé con hambre, se
produce un aumento en los niveles de oxitocina, por lo que podemos
establecer un paralelismo entre la excitación sexual que comienza antes
de que exista cualquier tipo de contacto físico. Tenemos entonces
niveles igualmente elevados de oxitocina liberados por una madre en el
momento en el que el bebé mama que durante un orgasmo, lo que constituye
otro paralelismo entre estas dos situaciones en la vida sexual. Aún
más, la oxitocina se encuentra presente en la leche humana. Dicho de
otro modo, el bebé que es amamantado absorbe cierta cantidad de la
hormona del amor a través del tracto digestivo. Y cuando nos encontramos
compartiendo una comida con más personas, también incrementamos
nuestros niveles de oxitocina. La única conclusión posible es que la
oxitocina es una hormona altruista, una hormona del amor.
Así, cualquier episodio de la vida sexual se caracteriza por la
liberación de una hormona altruista, y esto también se refiere a la
liberación de sustancias morfina-like. Este tipo de endomorfinas actúan
como hormonas del placer y como analgésicos naturales. Durante el acto
sexual se liberan niveles altos de endomorfinas, por lo que para la
personas que padecen de migraña, las relaciones sexuales se convierten
en un remedio natural contra ese dolor de cabeza. Existe al respecto
mucha documentación acerca del uso por parte del organismo de estas
sustancias en diferentes tipos de animales.
«En las sociedades en las que la sexualidad genital está muy
reprimida, las mujeres tienen una menor probabilidad de tener partos más
fáciles, y a la inversa, la rutina hipercontroladora del proceso del
nacimiento probablemente influye en otros aspectos de nuestra vida
sexual»
Pongamos como ejemplo el caso de lo hámster y las betaendorfinas,
cuyos niveles en sangre aumentaron en 86 veces en ejemplares machos
después de la quinta eyaculación en comparación con los animales del
grupo de control. En esta misma línea se han realizado estudios en
humanos que profundizan en el papel de la liberación en sangre de
endorfinas durante el trabajo de parto y el parto. Como consecuencia de
estos nuevos estudios, ha salido a la luz el tema del dolor y si éste es
psicológico o resultado de condicionamientos culturales, asunto que ha
formado parte del debate con argumentos que podemos situar en hace 40
años. Hoy por hoy damos por aceptado el concepto de dolor psicológico,
aunque también existe un sistema de compensación cuya finalidad es
regular el uso de sustancias opiáceas naturales por parte del organismo
humano. Ése es sólo el comienzo de una larga serie de reacciones.
Por ejemplo, las betaendorfinas liberan prolactina, una hormona que le da el toque final a la maduración de los pulmones del bebé y que es igualmente necesaria para la secreción de la leche materna. También la oxitocina ayuda en este caso a la subida de la leche.
Por ejemplo, las betaendorfinas liberan prolactina, una hormona que le da el toque final a la maduración de los pulmones del bebé y que es igualmente necesaria para la secreción de la leche materna. También la oxitocina ayuda en este caso a la subida de la leche.
Este aparentemente simple hecho de liberación de endorfinas durante
el proceso del nacimiento nos dice que en los 90 no podemos ya separar
el estudio del dolor del estudio del placer, dado que el sistema que nos
protege del dolor es el mismo que nos produce el placer. Durante el
parto y nacimiento, el bebé libera sus propias endorfinas, de lo que se
deduce que, en la hora siguiente al nacimiento, tenemos a una madre y a
un bebé impregnados de opiáceos. Es entonces cuando se establece esa
relación de apego o vínculo, ya que los opiáceos crean un estado de
dependencia. De igual manera, cuando los individuos de una pareja sexual
se encuentran uno junto al otro e impregnados de opiáceos, se crea otro
tipo de dependencia muy similar a la relación de apego entre una madre y
su bebé.
Teniendo en cuenta que la lactancia es necesaria para la supervivencia de los mamíferos, no sorprende advertir que existe un sistema interno de recompensa que anima a la madre a dar el pecho. Cuando una madre amamanta, en veinte minutos alcanza el nivel máximo de endorfinas; así, al bebé le ha recompensado la crianza desde que la leche humana contiene endorfinas. Éste es el motivo por el que algunos bebés se muestran como “elevados” después de mamar.
Teniendo en cuenta que la lactancia es necesaria para la supervivencia de los mamíferos, no sorprende advertir que existe un sistema interno de recompensa que anima a la madre a dar el pecho. Cuando una madre amamanta, en veinte minutos alcanza el nivel máximo de endorfinas; así, al bebé le ha recompensado la crianza desde que la leche humana contiene endorfinas. Éste es el motivo por el que algunos bebés se muestran como “elevados” después de mamar.
«Durante el acto sexual se liberan niveles altos de endomorfinas, por
lo que para la personas que padecen de migraña, las relaciones sexuales
se convierten en un remedio natural contra ese dolor de cabeza»
Nuestros conocimientos acerca de las endorfinas es aún muy reciente.
Hace sólo 20 años, Pert y Snyder publicaron un artículo histórico en la
revista Science donde revelaban la existencia de células sensibles a la
recepción de opiáceos en el tejido nervioso de los mamíferos. Entonces,
si el sistema nervioso humano contiene células sensibles a los opiáceos,
podríamos pensar que el cuerpo humano es capaz de producir alguna
sustancia o sustancias muy similares a las que segrega el opio (5). En
cuanto se entiendan por completo estos datos científicos publicados,
dispondremos de una nueva base de la que partir a la hora de afrontar
temas como la relación entre el placer y el dolor, el comportamiento
masoquista y sádico, la filosofía del sufrimiento, el éxtasis religioso y
los sustitutos de la satisfacción sexual, por citar sólo unos pocos
temas a modo de ejemplo.
«Durante el parto y nacimiento, el bebé libera sus propias
endorfinas, de lo que se deduce que, en la hora siguiente al nacimiento,
tenemos a una madre y a un bebé impregnados de opiáceos»
Tanto la oxitocina, hormona del amor, como las endorfinas, hormona
del placer, forman parte de un complejo equilibrio hormonal. Pongamos
como ejemplo un caso de liberación de oxitocina de modo repentino. De
acuerdo a un equilibrio hormonal, podemos dirigir la necesidad de amar
en direcciones diferentes. En el caso de una madre con niveles altos de
prolactina, ésta, en su trato con el bebé, tiende a concentrar su
capacidad de amar hacia su bebé. Cuando los niveles de prolactina son
bajos, como ocurre normalmente en los casos de madres que no dan el
pecho, el amor es dirigido entonces hacia una pareja sexual, y es que la
hormona necesaria para la secreción de la leche materna, la prolactina,
disminuye el deseo sexual. Cuando un hombre tiene un tumor por el que
segrega prolactina, el primer síntoma es la impotencia sexual. Los
fármacos “antiprolactina” pueden ser inductores de sueños eróticos.
Es bien conocido el hecho de que, entre muchas especies de mamíferos,
la madre que amamanta no es receptiva al macho. Es más, en muchas
sociedades tribales, hacer el amor y amamantar son actos considerados
incompatibles. Podemos decir que desde el advenimiento del modelo
grecorromano de monogamia estricta viene dándose una cierta tendencia a
reducir dar el pecho por medio de esclavas, nodrizas, leches animales o
preparados lácteos.
Adrenalina y contacto visual
Existen hormonas que inhiben ciertos episodios de la vida sexual,
hormonas de la familia de la adrenalina que son liberadas cuando los
mamíferos tienen miedo o sienten frío. Este tipo de hormonas,
denominadas “de emergencia”, son las que nos proveen de la energía
necesaria para protegernos en caso de lucha o de huida. En el caso de
una hembra mamífero amenazada por un depredador potencial cuando ésta se
encuentra pariendo, este tipo de adrenalina permite a la madre posponer
el proceso del nacimiento, parándolo y retrasando ese momento con el
fin de impulsar a la madre a lucha o huir del peligro. Es bien sabido
por los ganaderos que es imposible ordeñar a una vaca asustada.
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Michel Odent |
Ahora bien, los efectos de la adrenalina durante el proceso del
nacimiento prueban ser más complejos en este caso. Ambos, la madre y el
bebé, experimentan picos de adrenalina durante las ultimísimas
contracciones que preceden al nacimiento. Con ello se permite y facilita
a la madre estar alerta cuando nace el bebé; además, para los mamíferos
supone una ventaja añadida, ya que liberan energía suficiente para
proteger al recién nacido. Otro de los efectos derivados de tal cantidad
de adrenalina disponible en el organismo del feto es que, igualmente,
éste entra en el nacimiento en estado de alerta, con los ojos bien
abiertos y las pupilas dilatadas, de ahí la fascinación de las madres
por la mirada de sus criaturas recién nacidas. Aparentemente, este
contacto visual representa para los humanos una piedra de toque
fundamental en el comienzo de la relación madre-bebé. Hemos de destacar
en este punto que las hormonas de la familia de la adrenalina, tan
generalmente relacionadas con la agresión, cumplen un rol muy específico
en la interacción madre-bebé durante la hora siguiente al nacimiento.
El cerebro primitivo
En los seres humanos, el principal órgano en funcionamiento durante
cualquier actividad sexual es el cerebro. Las ciencias biológicas
modernas ven el cerebro como una glándula primitiva que secreta
hormonas, pero sólo las primitivas estructuras del cerebro y las que
rodean al hipotálamo –aquéllas que compartimos hasta con los mamíferos
más primitivos– están activas durante la relación, el nacimiento y la
lactancia. Los humanos tenemos un neocórtex –estructura cerebral
recientemente descubierta– que alberga al intelecto sobre y alrededor de
la estructura cerebral primitiva. Cuando este cerebro racional es
sobreestimulado, tiende a inhibir la acción del cerebro primitivo.
Durante el proceso del nacimiento, hay una etapa en la que a la mujer de
parto le da la sensación de estar en otro planeta; para llegar a ese
“otro planeta”, ha tenido que cambiar su nivel de conciencia reduciendo
la actividad del neocórtex. Y al contrario, durante el proceso del
nacimiento y cualquier experiencia sexual, una estimulación del
neocórtex tiene un efecto inhibitorio: una conversación lógica, sentirse
observada, luces fuertes, etc. Hay pocas parejas que puedan hacer el
amor si se sienten observadas o si sus neocórtex se encuentran
estimulados por luces fuertes o pensamientos lógicos.
Resulta irónico que los mamíferos no humanos, cuyo neocórtex no está
tan desarrollado como el nuestro, cuenten con una estrategia para dar a
luz en privado. La sensación de seguridad es un requisito previo para
mantener el estado de privacidad. Para uno sentirse seguro, antes debe
de sentirse protegido. Recordemos que las primeras comadronas eran
normalmente las madres de las mujeres que estaban dando a luz. Otras
comadronas que sustituían a la figura materna debían ser, sobre todo,
personas protectoras.
«Durante el proceso del nacimiento, hay una etapa en la que a la
mujer de parto le da la sensación de estar en otro planeta; para llegar a
ese “otro planeta”, ha tenido que cambiar su nivel de conciencia
reduciendo la actividad del neocórtex»
Tratar la sexualidad como un todo supone tener en cuenta muchas
implicaciones. En las sociedades en las que la sexualidad genital está
muy reprimida, las mujeres tienen una menor probabilidad de tener partos
más fáciles, y a la inversa, la rutina hipercontroladora del proceso
del nacimiento probablemente influye en otros aspectos de nuestra vida
sexual.
Es necesario un completo trabajo para estudiar estas correlaciones,
las cuales están basadas en muchos textos antropológicos de la muy
reciente y moderna etnología, como el trabajo de Malinowski The Sexual
Life of Savages (7) y los estudios de Margaret Mead. Nos encontramos con
las mismas correlaciones cuando comparamos las últimas estadísticas
relacionadas con el nacimiento del s. XX en los países de Europa: los
nacimientos son más fáciles en Suecia que en Italia.
Por supuesto, amor y sexualidad no son sinónimos. Nadie puede definir
el amor, ni nadie puede analizar con precisión los distintos tipos de
amor. La última forma de amor entre los humanos debería de ser el amor a
la Naturaleza, un gran respeto hacia la Madre Tierra. Durante la
primera hora que sigue al nacimiento, el primer contacto del bebé con su
madre es un período crítico en el desarrollo de la capacidad de respeto
a la Naturaleza. Debe de existir algo en común entre la relación con la
madre y la relación con la Madre Tierra. Debe de haber algunas, muy
pocas, culturas en la que no exista excusa alguna para interferir en el
primer contacto entre la madre y el bebé. En estas culturas, la
necesidad de dar a luz en la intimidad siempre se ha respetado, culturas
que se han desarrollado en sitios donde los humanos tenían que vivir
sus vidas en armonía con el ecosistema, donde resultaba una ventaja
desarrollar y mantener el respeto hacia la Madre Tierra.
Cuando el proceso del nacimiento se vea como un período de suma
importancia en el desarrollo de la capacidad de amar, ocurrirá la
revolución en nuestra visión de la violencia.
Michel Odent
Publicado en la Revista Ostare nº 7, invierno 2002 (pp.46-50)
BIBLIOGRAFÍA
1. Carmichael, M.S., Humber, R., et al., (1987): Plasma oxytocin
increases in the human sexual response. J. Clin. Endocrinol. Metab. 64:
27.
2. Egli, G.E., Newton, M. (1961): Transport of carbon particles in human female reproductive tract. Fertility and Sterility, 12: 151-155.
3. Mead, M. (1948): Male and Female. New York, William Morrow and Co.
4. Reich, W. (1968): The Function of Orgasm. London: Panther Books.
5. Pert, C.B. and Snyder, S.H. (1973): Opiate receptor: A demonstration in nervous tissue. Science 179: 1011-1014.
6. Odent, M. (1987): The foetus ejection reflex. Birth 14:104-105. See also Odent, M. (1991). Fear of death during labour. J.of Reproductive and Infant Psychology, 9:43-47.
7. Malinowski, B. (1919): The Sexual Life of Savages. New York, Harvest Books.
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6. Odent, M. (1987): The foetus ejection reflex. Birth 14:104-105. See also Odent, M. (1991). Fear of death during labour. J.of Reproductive and Infant Psychology, 9:43-47.
7. Malinowski, B. (1919): The Sexual Life of Savages. New York, Harvest Books.
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