Por: Jeannine Parvati
Baker ©
Traducción de Ibone Olza
Desde que empezó a interesarme el
tema, el parto ha pasado de ser básicamente una expresión activa de las mujeres
a ser un acto médico mediante el cual se extrae al bebé. Cuando tuve mi primer
hijo, la tasa de nacimientos por vía abdominal no superaba el 10%. A finales de
los noventa, la tasa de cesáreas oscilaba entre el 20 y el 40%, dependiendo de
si el hospital realiza docencia o no. Si es un hospital docente, la tasa de
cesáreas suele ser más alta. ¿Qué es lo que estamos enseñando?
Mi reacción inicial al comprobar
como se robaba el nacimiento a las familias para dárselo a los expertos fue la
rabia, la indignación, y el enfado que me llevaron a querer hacer algo sobre la
epidemia de cesáreas. Mezclada con estos sentimientos estaba mi creencia de que
todo en esta tierra sirve para el crecimiento de las almas, todo, incluido las
cesáreas. En mi deseo de cambiar la manera en que se hacían las cosas, estaba
permitiendo que el problema siguiera igual. A nadie, y menos a una cultura, le
gusta que le cambien desde fuera. A mi no me gusta nada que alguien intente
cambiarme, y a los médicos tampoco les gusta que yo pretenda cambiar la
obstetricia. De hecho, creo que la única persona a la que le gustan que le
cambien es al bebé cuando tiene el pañal sucio.
No, antes de que yo pretenda
cambiar a nadie, hay una pregunta que deberíamos hacernos. La pregunta es ¿de
que puede servir el que haya una epidemia de cesáreas? La cesárea le sirve al
alma del mundo de la siguiente forma. Las madres a las que se les hace una
cesárea incian un viaje mítico. Para explicar este mito, o la dimensión
transpersonal de la cesárea, les voy a contar una vieja historia. De hecho es un
relato de la Antigua Babilonia. Cuando escuché esta leyenda, enseguida lo
relacioné con la experencia psicológica de las mujeres que han tenido una
cesárea. Escuchar el relato del descenso de Inanna a los Infiernos nos recuerda
la dinámica emocional de las mujeres que han sufrido una cesárea. Podemos
entender desde una perspectiva más amplia como puede cambiar el mundo a traves
del viaje que realizan las mujeres en el parto, sea por el camino fácil o difícil,
y ver el camino para la recuperación.
Lo más fascinante del mito es como nos
permite ampliar nuestra comprensión y que esta perspectiva siga creciendo. Bajo
la luz del mito de Inanna, podemos transformar la epidemia de cesáreas de algo
puramente misógino en otra oportunidad que tienen las mujeres de profundizar en
su alma y convertirse en sanadoras.
Cuando una madre es convencida o
incluso obligada a someterse a una cesárea se convierte en una ofrenda de
sacrificio igual que Inanna: debe descender por debajo del nivel egoico de
consciencia al lugar donde el mundo terrenal deja paso al alma. Es una víctima
en el sentido original de la palabra, sacrificandose a si misma por el bien de
su hijo. Al menos esa es la historia que les cuentan a muchas madres que han
tenido cesáreas, sea cierto o no (lo de que la cesárea salvó la vida de sus
bebes). La madre ofrecerá su cuerpo, su mente y su alma al sacerdote/médico en
el altar de la obstetricia si esto puede ayudar a su bebé. La anestesia
alterará su nivel de consciencia, su alma viajará por el subconsciente. Será
desnudada, su piel, sus músculos, sus vísceras serán manipuladas para que de a
luz por cesárea. Una vez que despierte podrá reclamar un nuevo cuerpo
espiritual, una vez, claro está que haya integrado el namiciento y comprendido
de que le sirvió a su alma el que su hijo naciera por cesárea.
Cuando las madres que se
preguntan "¿de que sirve la cesárea?" se queden sin respuestas,
tendremos la oportunidad real de curar la epidemia. Sino, estamos intentando
cambiar el sistema desde fuera. Mi impresión es que cuando las madres dejen de
verse como víctimas y empiezan a verse como sanadoras, o chamanas, habrá menos
cesáreas en la comunidad. Si por el contrario siguen sientiendose heridas,
culpables, avergonzadas de su experiencia en el parto, serán menos efectivas
para cambiar la manera en que nuestra cultura da a luz.
Cuando una madre que ha sido abierta
empieza a sentir que su cesárea fue un viaje iniciático y se permite explorar
los aspectos más profundos de la curación se libera una cantidad enorme de
energía psíquica. Reprimir o negar el trauma requiere muchísima energía pero
una vez que la experiencia se integra (es decir, se siente, se expresa y se
libera) toda la energía que antes se utilizaba para defenderse se libera para
la acción creativa. Una madre que se sienta bendecida, incluso si ella nunca
habría pedido de manera voluntaria la "bendición" de la cesárea ni
volvería a pasar por ella, es más efectiva para educar a las demás, que una
madre que se siente culpable y herida. Cuando Inanna emerge, lo hace radiante
por su viaje a la oscuridad.
Comparto este mito del descenso
de Inanna porque es un arquetipo inusual de madre: la que se ha
enfrentado a la Muerte en el
Parto y ha salido indemne. Las madres que dan a luz de manera natural conocen
ese sentimiento de pelear con la Muerte por el alma del bebé que tiene que
nacer, las madres que sufren la cesárea conocen algo de la sombra del alma que
una vez que se hace consciente servirá de matrona y de guía para todas las
mujeres en el parto. Cuando una mujer da a luz conscientemente a menudo
exclama: "Ahora sé que puedo hacer cualquier cosa". En ese glorioso
momento, la mujer defiende su derecho de pertenencia por el parto a la nueva
especie de la evolución -el Homo Divinus- la de los humanos que son dueños de
su propia experiencia. Cuando la mitad femenina de la humanidad recuerde esto,
no me imagino como será el mundo. Si no se nos maltrata a las madres en nuestro
momento más esencial de creatividad, y si incluso cuando la cesárea es
necesaria la madre vive la cirugía como un viaje del alma, se alcanzará el
equilibrio. Sin víctimas, sin opresores. Sin opresores, sin víctimas. En la
historia de Inanna queda claro que ella eligió bajar a los infiernos, de la
misma manera que las madres aceptan su destino en el parto: sin victimizar a la
Diosa en este milenio.
Así es como yo veo a las madres:
todas son diferentes rostros de la Diosa. El rostro de Inanna me ha saludado
cada vez con más frecuencia en numerosos nacimientos de la últimas
generaciones. Tiene un rostro firme, fuerte, y las huellas de su sufrimiento y
su alegría se reflejan alrededor de su ojos y de su labios. Habla
apasionadamente, como la lava su mensaje que fluye más allá de sus palabras y
el sonido de su voz es pura calidez. Nunca cesa de percibir, ella capta las
ideas de aquí y de allá para alimentar el futuro. Gracias a su viaje conoce
bien la oscuridad, está acostumbrada a los matices, a las sombras y la
penumbra, a las claves para ver más allá. El rostro de Inanna siempre me invita
a profundizar, a ir más lejos. Ella ilumina los pasadizos más dificiles, y nos
enseña a atravesar cada uno de ellos de la mejor manera. Frente a frente con
Inanna, veo a las madres del mundo entero, practicamente siempre pariendo de
manera natural, porque las cesáreas ya no le servirán al mundo. De esto nos
sirve ir al infierno y regresar, para aclarar el camino a las proximas
generaciones de manera que el nacimiento pueda iluminar los rostros antiguos y
nuevos de la Diosa.
Dedicado a Janice, sanadora
extraordinaria. 10 de Enero de 1997
Jeannine Parvati Baker
Translated by Dr. Ibone Olza
Nota de la Traductora:
When I first read this article by Jeanine
Parvati more than a year ago, I couldn´t take it. It hurt me so much to read
it!. I couldn´t understand why I felt so much pain with these words, so I tried
to stay away from it, I had printed it out and I hid those pages. I can now see
I was only at the very beginning of my healing from my three cesareans.Now I
went back to it and I reread it. It´s awesome. I read it and I understood it
for the first time and I have been reading it over and over and I have thought
of all of you, all the wise women, the ones who cry and suffer so much because
of the enormous sacrifice we had to make. Í thank Jeannine for writing it. I am
now working on translating it to spanish.
Dr. Ibone Olza
Zaragoza, Spain
La bella foto es de NADAJ VOLOJ SOFFER. Por Gabriella Bianco
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